La psicología del color

04/11/2022

Sociedad y Personas Demos Vida

Desde hace más de un siglo se ha estudiado el impacto del color en disciplinas como la publicidad, el arte, la arquitectura o la moda, pero, ¿qué relación guarda la percepción cromática con nuestras emociones?

  • Cuando somos pequeños la percepción del color ejerce un rol vital en el desarrollo

  • Un estudio demostró que el color amarillo se asocia a la alegría y que el rojo se relaciona con la excitación

Marina Pinilla

La percepción cromática tiene lugar gracias a una perfecta simbiosis entre la luz absorbida por un objeto y un complejo engranaje de células fotosensibles que habitan en nuestra retina. Como si de un pintor se tratase, estas reaccionan ante las diferentes longitudes de onda y mezclan los colores rojo, verde y azul para que podamos ver un hermoso arco iris. Sin embargo, este sofisticado proceso no finaliza en el ojo, sino que prosigue en diferentes áreas de nuestro cerebro relacionando la percepción del color con otros fenómenos cognitivos.

Si bien el estudio del color ha sido descuidado históricamente, fue en 1810 cuando el escritor y naturalista Johann Wolfgang von Goethe publicó el libro Teoría de los colores, ofreciendo las primeras y quizá más precisas descripciones de los procesos de percepción cromática. Un siglo más tarde, en 1910, la investigación del color comenzó a suscitar interés en la disciplina de la psicología propiciando la creación de la escuela de la Gestalt. Psicólogos como Wertheimer, Köhler y Koffka defendían que nuestra mente construye la percepción, las emociones o los pensamientos más abstractos a partir de sensaciones primitivas como lo es un color. A día de hoy, estos postulados han dado pie a diversas teorías dentro de la publicidad, el arte, la arquitectura o la moda.

A nivel evolutivo, es innegable que la percepción del color tiene un papel vital en nuestro desarrollo, ya que despierta la creatividad, la imaginación y la inteligencia, pero esta capacidad no es innata. Cuando un bebé abre los ojos por primera vez, todo lo que alcanza a ver es una neblina en tonalidades grises:necesita que pasen unas pocas semanas para comenzar a diferenciar el color rojo, el tono más brillante. A los dos meses aproximadamente comenzará a distinguir también el verde y a los tres meses el amarillo y el azul. No será hasta los seis meses cuando su percepción cromática sea prácticamente idéntica a la de un adulto.

Durante la primera infancia, casi todos los niños tienen un color favorito influenciados por sus gustos idiosincrásicos y por las pautas de socialización. A medida que crecemos, esta tendencia se mantiene: nuestras preferencias cambian con la edad, pero todos optamos por un tono específico a la hora de vestir, nos pedimos la misma ficha cuando jugamos a un juego de mesa o nos rebanamos los sesos para escoger el matiz perfecto con el que pintar la pared del salón. ¿Por qué es tan importante el color en nuestra vida?

Para analizar el impacto del color en la psique, en 2005 surge el Círculo de Geneva, un instrumento elaborado a partir de las teorías del color con el fin de relacionar cada tono con una emoción. La teoría se puso a prueba empíricamente en 2012 mediante un estudio realizado por cuatro universidades europeas. Los resultados confirmaron que el amarillo se asociaba a la alegría con más frecuencia, que hay una fuerte relación entre el color negro y el miedo, y que tendemos a vincular el rojo con la excitación. Además, se relacionó la percepción cromática con las tendencias de consumo encontrando que el 51% de los participantes habían entrado en un establecimiento comercial porque les había llamado la atención un color y que el 94% habían comprado un objeto debido a su tonalidad cromática.

Las emociones suscitadas por un color son sin duda dependientes de la época. En la era isabelina, el morado era un tono tan exclusivo que solo los miembros de la realeza o los burgueses podían utilizar –la expresión «haber nacido en el púrpura» era tremendamente popular para referirse a la clase alta–. A día de hoy, el movimiento LGTBIQ+ y el feminismo se relacionan con el color violeta, asociándolo a emociones como el orgullo y el empoderamiento. Estos cambios también tienen lugar a través de diferentes contextos: una persona que se dedica a la jardinería puede distinguir diferentes tonalidades de verde con más facilidad y vincularlas a emociones muy concretas, mientras que aquel que viva frente al mar puede identificar con más atino los matices azulados encontrando en ellos la calma. Al fin y al cabo, la fuerza expresiva del color hace de él un lenguaje único no solo para artistas de la talla de Henri Matisse o Vincent Van Gogh, sino para cualquier ciudadano de a pie.

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