- El año pasado, 71 millones de personas cayeron en situación de extrema pobreza en todo el mundo.
- Desempleo, trabajo precario y economía sumergida se han extendido por todo el globo como una plaga.
- Las mujeres y los niños son los grupos de población más afectados por la pandemia.
Por Ramón Oliver
Lo malo y lo bueno de marcarse objetivos ambiciosos a largo plazo es que, por muy lejos que se lance esa patada hacia adelante, el futuro siempre acaba presentándose. Y cuando lo hace, convertido ya en resentido presente, trae consigo el checklist de aquellas cosas que prometimos hacer para comprobar si efectivamente las hicimos. En caso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el pistoletazo de salida se dio el 25 de septiembre de 2015. Ese día, la ONU trazó una agenda de desarrollo sostenible a quince años vista, engarzada en esos 17 ODS temáticos, cada uno con sus propias metas, problemáticas y hojas de ruta. Transcurridos cinco años y medio desde aquella formulación –y a menos de diez de la fecha límite–, es hora de revisar el grado de cumplimiento de esos objetivos.
La propia ONU, en su último informe ODS Reports, hace un seguimiento de la evolución de los grandes desafíos que afronta el planeta en este tramo decisivo de la historia. El informe ha sido elaborado con los datos registrados hasta junio de 2020, un año marcado por los efectos de la pandemia global del coronavirus. Y un año que, adelantamos, no se ha portado bien con los ODS.
Es el caso, por ejemplo, del ODS 1 (fin de la pobreza): aproximadamente 71 millones de personas han caído en situación de extrema pobreza en todo el mundo durante el pasado año. Esto supone el primer incremento de este parámetro desde 1998. La masiva destrucción de empleo que ha traído la pandemia ha tenido mucha culpa de ello. Y, hablando de empleo, el ODS 8 (trabajo decente y crecimiento económico) es otro de los grandes damnificados de este periodo de incertidumbre. Desempleo, trabajo precario y economía sumergida se han extendido por todo el mundo como una plaga. La masiva caída en los ingresos de las personas también está en el origen del aumento de las desigualdades (ODS 10) y la conflictividad social (ODS 16).
Mujeres y niños son los grupos de población más vulnerables y afectados por la pandemia. Hambre cero (ODS 2), salud y bienestar (ODS 3) o educación de calidad (ODS 4) son tres de los ámbitos que se han visto gravemente comprometidos por los efectos del cierre de colegios, la falta de acceso a la vivienda, la escasez de agua corriente o la interrupción de determinados servicios sanitarios.
A pesar del respiro que el confinamiento le otorgó a atmósfera, océanos y biodiversidad, la reactivación de las actividades económicas ha traído aparejados graves retrocesos en los ODS 13 (acción por el clima), 14 (vida submarina) o 15 (vida de ecosistemas terrestres). El retorno de modelos excesivamente dependientes de los combustibles fósiles y las actividades humanas han propiciado que el cambio climático continúe su avance a una velocidad mayor de la deseada. Prueba de ello es que 2020 fue uno de los tres años más cálidos desde que hay registro.
Pero no todos los indicadores son negativos. También se han producido avances en áreas como la mejora de la salud materno-infantil, el acceso a la electricidad o el aumento de la representación de las mujeres en los Gobiernos de las naciones. Conquistas esperanzadoras, pero insuficientes, que deben marcar el camino a seguir en los próximos y decisivos años.
En general, los indicadores nos dicen que, pese a la exitosa incorporación de los ODS a las agendas sociales, corporativas y gubernamentales, queda mucho por hacer. Es imprescindible incrementar la velocidad de respuesta, meter una marcha más a esas medidas correctoras que cada vez deben ser más radicales y urgentes. Aún estamos a tiempo de revertir la situación. Pero, no lo olvidemos, la cuenta atrás continua su curso.