Juan Carlos del Olmo: «Dejar de destruir la naturaleza es el mejor antídoto contra futuras pandemias»

21/01/2021

Demos Vida

El secretario general de la WWF España analiza la relación humana con el medio ambiente y nos da las claves para no repetir los errores del pasado en el mundo pospandemia.

  • «El hacinamiento en las macrogranjas es una bomba biológica para nuestra salud»
  • «Grandes fondos de inversión y empresas de todo el mundo están redirigiendo su actividad hacia inversiones sostenibles»
  • «No tenemos que ir lejos para ver los fenómenos extremos producidos por el cambio climático, los estamos viviendo»

Por Nacho Hernández

 

El fin de la crisis sanitaria parece acercarse lentamente y muchos sueñan con dejar atrás esa distancia social que nos ha aislado durante meses. Ahora que la vacuna enciende una luz de esperanza en el horizonte, Juan Carlos del Olmo, secretario general de WWF España, se plantea cómo conectar con el futuro sin repetir los errores del pasado. La cara más visible de la ONG ecologista analiza la relación humana con el medio ambiente para darnos las claves de cómo hemos llegado hasta aquí y cómo podemos construir un futuro pospandemia más resiliente. 

Todos conocemos las consecuencias sanitarias de la covid-19, pero ¿cuáles son las medioambientales?

El aumento de emisiones globales ha continuado su ritmo; esa inercia es muy difícil de salvar. Sin embargo, durante el confinamiento forzado por la pandemia hemos visto cómo el aire se limpiaba al paralizarse la actividad humana y cómo los animales andaban libres por las ciudades. Eso ha hecho a mucha gente reflexionar sobre la importancia de la naturaleza, todo mientras la sociedad vivía, además de la crisis sanitaria, una económica. Estas escenas nos dejan una reflexión importante: cuando peor le ha ido a nuestro sistema económico, mejor le ha ido a la naturaleza. Eso quiere decir que tenemos que cambiar, como mínimo, la economía o nuestra forma de entender la riqueza.

En el informe Pérdida de naturaleza y pandemias. Un planeta sano por la salud de la humanidad se explica cómo la degradación de la biodiversidad está directamente relacionada con la aparición de enfermedades emergentes. ¿Cómo podemos anticiparnos y prevenir la próxima pandemia? ¿Se está haciendo lo suficiente?

Lo que hay que hacer es, en primer lugar, dejar de destruir la naturaleza. Ese es el mejor antídoto contra futuras pandemias. Y, en este sentido, no estamos preparados, no se está haciendo lo suficiente, no se está haciendo prácticamente nada. Hace poco presentábamos un informe con un mapa de las zonas que llamamos los frentes de deforestación, que son los lugares donde se están librando las grandes batallas de la destrucción de los bosques. En él vemos claramente que el principal factor de deforestación es nuestro sistema alimentario, principalmente el ganadero. Un ejemplo es ese aumento de la demanda de soja para alimentar a los animales que comemos que impulsa las plantaciones en espacios forestales. Este es un problema global y España, por ejemplo, es uno de los grandes responsables: es el octavo importador de soja del mundo. Cuando un ecosistema está bien conservado, las enfermedades tienen un efecto de dilución entre el resto de las especies: por un lado aumenta el número de especies en la cadena de contagio y por otro lado se produce un efecto cortafuegos natural provocado por una alta diversidad genética En cambio, el hacinamiento en las macrogranjas es una bomba biológica para nuestra salud. Desde WWF, abogamos por consumir menos carne y por una ganadería extensiva con impacto positivo para la biodiversidad y las personas. Tenemos que cambiar el sistema alimentario para proteger y restaurar la naturaleza.

El coronavirus ha puesto en evidencia la vulnerabilidad del ser humano como especie ante los virus. ¿Está favoreciendo la pandemia actitudes para proteger el planeta, o centrarnos en la urgente crisis sanitaria nos ha hecho olvidar la importante lucha climática? 

Las dos cosas. Por un lado, ha hecho que en el discurso de la protección del medio ambiente se incluya la salud humana. Eso es muy poderoso, porque ya no hablamos solo de proteger al lince ibérico, a las ballenas o a las abejas. En general, vemos que la sociedad está muy concienciada y movilizada. El sector privado también. Por ejemplo, estamos viendo que grandes fondos de inversión y empresas de todo el mundo están redirigiendo su actividad hacia inversiones sostenibles. Es un cambio de tendencia grandísimo. Pero también es verdad que el año 2020 era lo que llamábamos el super year a nivel internacional con dos grandes acontecimientos: la cumbre del clima, la COP26 que se iba a celebrar en Glasgow, donde los Estados tenían que poner sobre la mesa sus contribuciones al acuerdo de París, y la COP15 de biodiversidad, donde los Gobiernos tenían que plantear nuevos objetivos para detener la destrucción de la biodiversidad. Estos dos grandes eventos fueron aplazados en un contexto en el que cada minuto cuenta. Está claro que estas cumbres no se pudieron llevar a cabo por razones logísticas, pero también porque la prioridad, como es lógico, ha sido otra. Desde el punto de vista político, estos temas han quedado un poco opacados y relegados a un segundo lugar en la agenda. 2021 va a ser muy relevante en este sentido: la segunda mitad del año volveremos a tener esta cumbre del clima de Glasgow y después la de biodiversidad. Esta vez, además, hay actores nuevos importantísimos como Estados Unidos.

Una de vuestras mayores campañas actualmente está enfocada en la preservación hidrológica de Doñana. ¿Cómo ha cambiado la situación en los últimos años? ¿Es suficiente la protección y las campañas que se han llevado a cabo para protegerlo?

Prácticamente todas las aves acuáticas de Europa que migran a África pasan por Doñana o hibernan allí. La preservación de las aves de todo el continente depende mucho de este lugar. Debido a esto y a su riqueza natural, es un espacio declarado Patrimonio de la Humanidad, protegido por la Red Natura 2000, indicado como parque nacional… Tiene todas las figuras de protección. Sin embargo, está teniendo importantes problemas hidrológicos ¿Cómo es posible que pase esto en un lugar tan importante y protegido? Con el tiempo, han ido creciendo en la zona pozos ilegales y cultivos intensivos, muchos legales y muchísimos de ellos ilegales. Lo que hay ahora mismo es, en gran medida, una agricultura totalmente depredadora que está sobreexplotando el acuífero. Esto se ha hecho a la vista de las administraciones de todos los niveles y nosotros lo llevamos denunciando mucho tiempo. Creemos que en Doñana tiene que haber una agricultura de calidad, primero legal y luego ecológica. Lo que hay que hacer allí es un ejemplo de lo que hay que hacer en toda España, ya que las previsiones climáticas anuncian que toda la región del Mediterráneo va a sufrir un descenso de la disponibilidad hidrológica. Este es uno de los grandes desafíos del país: poner orden al uso del agua.

El temporal Filomena ha sorprendido por su fuerza, dejando escenas insólitas como el colapso total de la capital por la acumulación de nieve y el hielo. En un escenario de emergencia climática, ¿debemos prepararnos para que estos fenómenos sean más frecuentes?  

En este momento hay un debate científico importante sobre hasta qué punto este temporal concreto está relacionado con el cambio climático. Necesitamos ser muy rigurosos con la ciencia, pero lo que está clarísimo es que ya estamos sufriendo eventos extremos en todo el mundo, también en España. Ahora tenemos la ola de frío, pero en verano tenemos olas de calor con 43 o 44 grados. No tenemos que ir lejos para ver los fenómenos extremos producidos por el cambio climático, los estamos viviendo: las danas son cada vez más brutales y severas, por ejemplo.  Las consecuencias tanto de estos fenómenos como de la covid-19 nos demuestran lo poco preparada que está la humanidad para intervenir ante eventos no previstos.

En el informe Por una recuperación verde y justa: propuestas de WWF para una reconstrucción económica para las personas y la naturaleza abogáis por una recuperación verde. Teniendo en cuenta el contexto español, ¿por dónde empezar, en un momento además de crisis económica?

En estos últimos dos años se ha trabajado mucho en construir una nueva legislación ambiental con la Ley de Cambio Climático Transición Energética, la estrategia de economía circular, la estrategia contra el cambio climático, el plan nacional de energía y clima o la ley de residuos. Todo esto compone una pista de despegue muy interesante para la transición ecológica. Además, contamos con la ventaja de ser el segundo receptor de los fondos de recuperación de la Unión Europea vinculados a esta transición. Este proceso se sustentaría sobre dos patas: las energías renovables y la protección del medio ambiente y la biodiversidad. En el caso de España, la transición hacia las energías limpias ya ha empezado. De hecho, es uno de los países a nivel mundial que más rápido se está descarbonizando. Respecto a naturaleza y biodiversidad, la pieza más importante es recuperar los ecosistemas. Nosotros estamos reclamando que haya recursos para restaurar los bosques, los ríos, las costas destruidas o las zonas húmedas.  Esto tiene también un enorme potencial de generación de empleo. Teniendo en cuenta que España sigue siendo, como hemos visto en la pandemia, muy dependiente del turismo masivo y de dos o tres monocultivos económicos, la reindustrialización y la diversificación económica enfocada en la tecnología y la ecología también son importantes. Si España es inteligente, hábil y utiliza bien los recursos, tiene una gran oportunidad.

Las ciudades han sido parte de los problemas medioambientales y de la contaminación, pero también quieren ser parte de la solución y convertirse en centros urbanos más verdes. ¿Cómo pueden llevarlo a cabo en el mundo pospandemia? ¿Crees que estamos haciendo lo suficiente en las grandes urbes españolas?

Hay un despertar interesantísimo, mires ciudades, mires comunidades locales o mires pueblos. Hay ejemplos estupendos de cómo hacer las cosas de otra manera y creo que en España está habiendo ya proyectos muy interesantes. Hay que ir en varias direcciones. La primera es que las ciudades tengan un balance neutro en cuanto a su impacto en el clima y en la biodiversidad, y eso implica cambiar la movilidad, invertir masivamente en eficiencia energética, restauración de edificios, etc. Luego está el renaturalizar las ciudades y el revertir la tendencia en la que estamos ahora mismo de esa gentrificación que expulsa a la gente de los espacios: tienen que ser más humanas, más naturalizadas, más vivibles. Hay oportunidades interesantísimas en toda España y las ciudades van a ser uno de los principales campos de innovación en estas dos direcciones: renaturalizar y humanizar, y reducir la huella ecológica.

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