El olvidado (y necesario) arte de reparar

04/11/2021

Medio Ambiente Demos Vida

Las necesidades del planeta superan ya las ansias de consumo favorecidas por un modelo de producción lineal. ¿Hasta cuándo puede la humanidad permitirse la ingente cantidad de residuos que produce en la actualidad?


• En la actualidad, tan solo un 12% de los recursos utilizados vuelven a incorporarse a la economía.
• La inclusión de piezas refabricadas en la producción de automóviles reduce en un 80% la energía utilizada en el proceso.


La economía lineal parece haber agotado cada una de sus posibilidades de existencia: existe un consenso a nivel global de que esa fórmula de consumo sin límites conocida como «usar y tirar» debe convertirse en un mero vestigio del pasado. Sobre todo dadas las acuciantes necesidades medioambientales que exigen una transformación sostenible del nuevo paradigma digital pues, aunque este marca el camino de la sociedad del futuro, provoca también un importante impacto planetario: según cálculos de las Naciones Unidas, cada año se generan más de 53,6 millones de toneladas de basura electrónica en todo el mundo.


Ante esta realidad –y gracias a la creciente concienciación medioambiental sobre la factura que la actividad humana pasa al planeta– el 77% de los consumidores declaró en el Eurobarómetro de 2017 preferir reparar sus dispositivos electrónicos estropeados en lugar de sustituirlos, simplemente, por otros. Una alternativa sostenible que, como otras tantas, recupera la antigua y olvidada costumbre de reparar cualquier objeto en nuestras manos, desde los muebles del hogar hasta la última prenda de ropa.


Ese modelo, rebautizado como «modelo circular», vuelve a promocionarse en la actualidad ante la urgente necesidad de ser sostenibles con el medio ambiente y el entorno que nos rodea. Su premisa, en realidad, es simple: que los materiales, el valor y los recursos duren el mayor tiempo posible. La Unión Europea está decidida a que interioricemos estos principios a través del llamado «derecho a reparar», que pretende que la costumbre de recuperar la vida útil de los objetos –especialmente los electrónicos– resulte «más atractiva, sistemática y rentable, ya sea ampliando las garantías, proporcionando piezas para hacer reemplazos o dando un mejor acceso a la información sobre reparación y mantenimiento». Al fin y al cabo, gran parte de los productos que tiramos a la basura ni siquiera están estropeados: es la rueda del consumo la que nos obliga a jubilarlos antes de tiempo.


Más allá de las necesidades del planeta, la reparación y la reutilización presentan enormes oportunidades para consumidores y productores. Es el caso de la industria del automóvil, donde algunos fabricantes han comenzado a incluir piezas refabricadas en su producción. Esto no solo implica reducir al 80% la energía necesaria en el proceso, sino que también desemboca en una drástica reducción de las materias primas utilizadas (también un 80%) evitando la emisión de miles de toneladas de dióxido de carbono que, de otra forma, continuarían dañando nuestra ya debilitada atmósfera.


Así, este nuevo enfoque de la economía podría ayudarnos a cumplir los objetivos establecidos para la recuperación del planeta y, por tanto, la nuestra. Tal como recalcó el año pasado el comisario de Medio Ambiente, Océanos y Pesca de la Unión Europea, de seguir manteniendo la producción lineal actual, «en 2050 estaremos consumiendo como si tuviéramos tres planetas Tierra». Sin embargo, a pesar de la fotografía, en la actualidad solo un 12% de los materiales y recursos secundarios vuelven a incorporarse a la economía, lo que implica que el resto acaben como restos inutilizables (y, por tanto, desaprovechados).


En lo que parece un largo camino hacia la transformación, la movilización de la sociedad civil resulta una pieza clave en el ajedrez verde. Es aquí donde entran, por ejemplo, proyectos como Hazlo Verde, un programa de acción educativa elaborado por Leroy Merlín para promover la sostenibilidad, el medio ambiente y la economía circular en las aulas. El objetivo es evidente: sensibilizar a las nuevas generaciones con unos valores que no solo son loables, sino imperativos. Tal como describe la organización, una de los metas es incidir en «la importancia de reutilizar y reparar con el fin de alargar la vida de los recursos y materiales». Implicación que debe pasar del mensaje al cambio a través del fomento de un pensamiento creativo y crítico. Una nueva actitud para las generaciones del futuro. Solo así podremos cambiar la realidad.
Por Pelayo de las Heras

 

 

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