Por Mauricio Hdez. Cervantes
Fotos: José Sanabria
Cuando Andrew Funk (St. Paul, Minnesota, Estados Unidos, 1981) llegó por primera vez a España, con 17 años, no se imaginaba que más tarde regresaría para echar raíces. Tampoco podía suponer que su historia estaría llena de altibajos y que terminaría convirtiéndose él mismo en el motor de un cambio social tan importante como lo es ayudar a las personas en situación de sinhogarismo: un problema del que nadie está exento de caer en él.
La suya no es una historia común. Él no abrazó esta causa por idealismo puro; las páginas que ha escrito en su vida son las de alguien que conoció el éxito, tocó fondo, supo cómo salir adelante y finalmente utilizó su experiencia para ayudar a gente que, como él mismo, conoció las mieles durante la gloria y el amargor de los tiempos difíciles.
Después de graduarse con honores en Literatura Inglesa, y de obtener una especialización en Economía, Funk llegó a Barcelona en 2003 con la firme intención de aprender español (motivado por una antigua novia mexicana) y, como todo joven aventurero, conocer el mundo. Primero, su perfil emprendedor lo llevó a crear su propia escuela de idiomas. Después fue consultor de una empresa de capital-riesgo, e impulsado por una constante idea de crecimiento, se asoció con otros emprendedores para montar un proyecto digital. Pero las cosas no salieron como él esperaba, una mala racha lo alcanzó, y, como muchos otros que se la han jugado, se arruinó y su vida quedó a la deriva. Incluso, su ruinosa situación económica llegó a hacer mella en su vida en pareja y tras esa ruptura llegó al sinhogarismo.
Ante ese panorama, cualquiera hubiese creído que su salvavidas era volver a casa en Estados Unidos, pero su vida ya estaba anclada a la ciudad condal: su primer hijo ya tenía nueve meses. En aquellos años, Funk se había quedado sin hogar y, pese a que no dormía en la calle (aunque, como él lo cuenta, su vida de día era callejera), sí que tuvo que encontrar en la casa de amigos ese techo que los infortunios le habían robado. Sin embargo, y como era de esperarse, esa no resultó una solución sino una prórroga del problema, porque aunque llegaba a las 12 de la noche y salía a las 6 de la mañana, sentía que quemaba a sus amistades. Así, su presente y su economía quedarían errantes por un tiempo.
Pero ningún problema es eterno, ni existe persona que lo soporte, y fue entonces cuando decidió avanzar con su vida, priorizando algo que siempre había tenido presente: ayudar a los demás. Decidió que, si iba a emprender de nuevo, lo haría con una causa humana, una tan humana como la que él mismo había vivido y creó Homeless Entrepreneur: una organización que empodera a las personas sin techo y en riesgo de exclusión social, y las dota de los medios, o los recursos, o las redes, según sea el caso, para que tomen las riendas de sus vidas y puedan valerse por sus propios medios.
Hoy, vive en Barcelona con su mujer, su hija y su hijo.
Vivimos en un mundo donde el desempleo y la precariedad laboral orillan a muchas personas a perderlo todo, incluso, a vivir en la calle. Ha dicho usted que cualquiera podría caer en una situación semejante. ¿Cómo se combate ese problema, en sociedades donde el acceso a un puesto laboral es cada vez más difícil?
Lo primero. El mundo digital abre muchas, muchísimas puertas, por ejemplo IBM SkillsBuild, que forma a nuestros beneficiarios para las necesidades empresariales de hoy y del futuro.
Ahora bien, hay que tener muy claro que la formación es un elemento indispensable, ya que gracias a ella se puede identificar el mercado que valora las capacidades de cada persona. Otro punto indispensable, y esto sí que es lo más importante, es la salud, sin eso no hay nada, y también hay que tener presente que la pobreza deteriora y mata.
Para salir adelante de una situación tan dura como es quedarse sin techo es indispensable formarse y tener la conexión con el capital o con las personas indicadas que puedan valorar nuestras capacidades. Sin embargo, el problema radica en encontrar esas conexiones y contactar con esas redes, y mucha gente no sabe cómo hacerlo. A eso nos dedicamos, a conectar personas, a crear redes, y, en la manera de lo posible, ayudar con la captación de recursos.
Parece obvio, pero lo mejor es conseguir un primer trabajo. Allí es donde comienzan los contactos, allí demuestras tu valía como profesional y eso hace que la gente te valore.
Ganar un dinero, el mero hecho de recibir un salario, es muy bueno mental y emocionalmente. Cuando te activas, atraes a otras personas. Así es como uno gana reconocimiento y cuando realmente puede ser ayudado.
Pero también hay que tener muy claro que nosotros en Homeless Entrepreneur no promovemos los trabajos temporales que resultan una mera explotación. Tenemos el caso de una persona que consiguió un trabajo en una tienda de souvenirs, le pagaban una miseria, pero lo necesitaba para costear los estudios de su hijo, algo que comprendemos por completo. El punto es que pidió un día para ir al médico y lo despidieron. A pesar de eso, y de que lo consideramos una situación de precariedad laboral, nosotros respetamos la decisión de que hubiese aceptado ese trabajo, porque creemos que las personas deben tomar sus propias decisiones. Por otra parte, nuestros programas se enfocan en personas motivadas y destinadas a un lugar en el que puedan desarrollarse.