Los materiales que darán forma al futuro

10/03/2022

Medio Ambiente Demos Vida

Los recientes problemas en las cadenas de suministro nos recuerdan que las materias primas que utilizamos no son infinitas: necesitamos nuevos productos –y nuevas formas de producirlos– para caminar hacia un mañana sostenible.

  • La alta resistencia térmica de las tejas de plástico reciclado ayuda a Juan H. a que «el recibo de la luz no sea tan alto cuando llega el frío».
  • Para Gavin McIntyre, cofundador de Ecovative Design, fabricar mobiliario a partir de hongos «es como cultivar un árbol con la forma de tus muebles».
  • El papel vegetal que usaron Lucía y Felipe para las invitaciones de su boda consumió en su producción un 80% menos de energía que el tradicional.


Por Pablo Cerezal


«Destruir» y «extinguir». Estos son los dos verbos a los que el Diccionario de la lengua Española hace referencia en la primera acepción de la palabra «consumir». Hoy en día consumimos ropa, dispositivos digitales, comida, energía y un largo etcétera de productos. Y con ellos, agua, coltán, combustibles fósiles y muchos otros recursos naturales (y, por tanto, finitos) del planeta.


Si echamos la vista atrás, el fin de los confinamientos a gran escala por la covid-19 trajo consigo una fuerte reactivación del consumo, debida en gran parte al ahorro generado en los hogares, que derivó en una rápida escalada de la demanda que el año pasado estalló en graves problemas de abastecimiento. La llamada crisis de la cadena de suministros, acompañada de una también profunda crisis energética, disparó la inflación en Europa y Estados Unidos. Fue el momento en el que quedó constatado que las materias primas y recursos energéticos del planeta tenían un límite.


En la actualidad, la producción de microchips, concentrada en el sudeste asiático, todavía se enfrenta a algunas dificultades para abastecer las necesidades tecnológicas del mundo. Sin ir más lejos, en julio del año pasado, esta producción fue de 38.000 millones de unidades y, aun así, esa cantidad no pudo evitar que la industria automovilística parase sus cadenas de producción. Incluso en el sector de la construcción, las consecuencias de este aumento de demanda comenzaron antes debido a la falta de suministro de aluminio, acero y madera. La Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria de la Unión Europea vaticina un incremento del 150% en el uso de metales de aquí a 2060. Si a esto le sumamos el impacto medioambiental de los actuales procesos productivos, comprenderemos la urgente necesidad de encontrar soluciones sostenibles.


Afortunadamente, la creciente apuesta por la innovación parece vislumbrar indicios de cambio. Uno de los sectores en que más se trabaja por este nuevo paradigma es el de la construcción, un sector que absorbe el 40% del total de la energía mundial y genera el 40% de emisiones de CO2. Ante este escenario, el catálogo de materiales de construcción sostenibles crece continuamente y ya se utilizan desde hormigones biológicos hasta tejas sintéticas.


El hormigón biológico es un material desarrollado por el Equipo de Ingeniería de la Construcción de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Mediante la mezcla de dos tipos de cemento y la modificación del pH resultante, se logra un hormigón que permite el crecimiento biológico en su superficie, principalmente compuesto por microalgas, hongos, musgos y líquenes. El impacto estético de este material queda fuera de toda duda pero, además, ese recubrimiento vivo permite la absorción de carbono y, por tanto, la reducción de su presencia en la atmósfera. Igualmente, cuenta con una gran capacidad de captación de radiaciones solares, lo que ayuda a regular la conductividad térmica en el interior de los edificios.


Las tejas sintéticas, por su parte, se fabrican con plásticos 100% reciclados combinados con piedra caliza. Son una alternativa sostenible y económica a las tejas tradicionales y su uso está cada día más extendido. Juan H. tuvo que enfrentar la reparación del tejado de su vivienda vacacional y «de inicio el coste del tejado, con tejas tradicionales, era totalmente inasumible, por lo que estuvimos casi un año sin disfrutar de la casa». Fue un amigo el que le habló de estas tejas sintéticas y Juan quedó gratamente sorprendido «no solo porque son más baratas, sino también más ligeras; las he podido colocar yo mismo, solo con la ayuda de mi hijo mayor». El plástico con que se realizan estas tejas tiene, además, una alta resistencia térmica, por lo que «también ayuda a que el recibo de la luz no sea tan alto cuando llega el frío».


Pero, si entre los nuevos materiales de construcción hay uno realmente sorprendente, este es el ladrillo fabricado con colillas de cigarrillo. En 2020, un equipo de investigadores del Royal Melbourne Institute of Technology, dirigido por Abbas Mohajerani, desarrolló una técnica para la fabricación de ladrillos con un 1% de colillas de cigarrillo. Ese pequeño porcentaje permite que esta pieza clave para la construcción sea mucho más ligera que las tradicionales, aunque igual de resistente. La intención del equipo de Mohajerani es clara: acabar con el enorme impacto medioambiental que suponen las colillas de cigarrillo, compuestas por numerosos productos contaminantes. Además, su producción logra ahorrar un 10% de energía en relación con la de los ladrillos tradicionales.


Otro de los sectores de producción más contaminantes es el textil. Según estimaciones publicadas por el Parlamento Europeo, la producción textil es responsable del 20% de la contaminación mundial de agua potable. La cantidad de agua dulce que se precisa para producir una sencilla camiseta de algodón es de 2.700 litros, la misma que bebería una persona durante dos años y medio.


Debido a lo poco sostenible de los procesos de producción tradicionales, no son pocas las empresas que invierten en investigación para promover nuevos tejidos y modelos productivos. Un ejemplo es el hilo New Life, desarrollado por la empresa italiana Sinterama. Se trata de un hilo de poliéster que proviene de botellas de plástico recicladas. En el reciclaje no se utiliza ningún medio químico, lo que supone un gasto del 94% menos de agua, un 60% menos de consumo de energía y un 32% menos de emisiones de CO2 que en el caso del poliéster químico tradicionalmente utilizado.


Y si hablamos de moda, también hablamos, en muchos casos, de ética. Eva G. es muy aficionada a la moda, pero en un momento de su vida tuvo que buscar alternativas para llenar su armario: «Hace dos años que me hice vegetariana, porque considero que es una alimentación más beneficiosa para mi salud, pero principalmente por ética», apunta. Un cambio radical en su alimentación que tenía que extenderse también a otros ámbitos de su vida. «Tenía muchos complementos y zapatos de cuero, siempre me había gustado mucho el cuero, hasta que comprendí que si no comía carne animal tampoco debería vestirme con prendas de origen animal». No le resultó difícil el cambio, ya que logró «encontrar productos realmente sorprendentes, sostenibles y mucho más originales, como el muskin». La compañía italiana de textil Grado Zero Espace es la responsable de este tipo de tela al que se refiere Eva, compuesto por material 100% vegetal y natural proveniente del Phellinus ellipsoideus, un hongo parasitario que crece en los bosques subtropicales. La empresa ha extraído y trabajado la piel de cada una de las capas de estos hongos logrando una tela con textura y funciones idénticas a las del cuero y carente de compuestos químicos artificiales.


Pero las utilidades de los hongos no se limitan a la ropa, como demuestran los micelios, una maraña de filamentos interconectados propia de los hongos. Con un diseño similar al de nuestras células nerviosas, los micelios regulan la comunicación entre los nutrientes del suelo y los árboles. Y estos filamentos son los que utilizó la empresa Ecovative Design para «cultivar» muebles. Dejaron crecer el micelio en torno a pequeños tallos y trozos de madera produciendo un material que puede ser moldeado para crear muebles. Gavin McIntyre, cofundador de esta empresa norteamericana, asegura que «es como cultivar un árbol con la forma de tus muebles». Desde entonces, la empresa vende tablones a fabricantes de muebles e incluso tiene su propia línea de productos para el hogar que pueden ir desde un robusto taburete hasta un mullido cojín. El consumo de energía necesario para «cultivar» estos muebles es mucho menor que el que se precisa para producir muebles tradicionales y el proceso no es contaminante.


Sin salir del reino vegetal, no son pocas las empresas que se esfuerzan por lograr una producción de papel más sostenible. Lucía y Felipe tomaron conciencia de esta necesidad cuando preparaban la celebración de su boda. «La pandemia nos hizo retrasarla, y eso fue muy importante, porque nos ayudó a reflexionar y concienciarnos sobre la importancia de cuidar el planeta», asegura Lucía. Según Felipe, «al final, no fue tan grave retrasar la celebración cuando nuestro modo de vida y el de millones de personas estaba en serio peligro».


Finalizada la pandemia, retomaron sus planes y comenzaron con el envío de las invitaciones, pero en esta ocasión lo hicieron con papel de hierba, un novedoso y sostenible tipo de papel creado por la empresa alemana Scheufelen. Está hecho con un 50% de fibra virgen de hierbas secadas al sol y tiene poco impacto ambiental debido al bajo consumo de agua para su fabricación (menos de 1 litro por cada tonelada de pulpa). Igualmente, el consumo energético de su producción es el 80% menor que en el caso del papel tradicional y no contiene ningún producto químico. Lucía insiste en que al tener tanto tiempo por delante pudieron «buscar empresas que trabajasen con este tipo de papel y que se adecuasen a lo que queríamos». Los invitados tomaron nota del detalle que, como asegura Felipe, «logró que más de uno se interesase por el papel y de alguna manera se concienciase sobre lo importante que es cuidar el medio ambiente».


Como Lucía y Miguel, o Juan H. y su hijo mayor, aquel que quiera disfrutar de un futuro próspero y seguro tiene que tener como condición imprescindible el cuidado el medio ambiente. Con tantas alternativas sostenibles, es el momento de que hagamos un esfuerzo por reinventar el significado del verbo consumir. Construir en vez de destruir.

Continúa en nuestro blog Demos vida a un hábitat mejor

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