Filosofía ‘Kintsugi': El poder (y la belleza) de las cicatrices

06/04/2022

Medio Ambiente Demos Vida

Demos una segunda vida a nuestros utensilios

En un mundo en que nuestros recursos naturales se agotan a marchas forzadas, dar una segunda vida a muchos utensilios de nuestra vida cotidiana puede evitar la degradación medioambiental. La filosofía ‘kintsugi' nos ayuda a conseguirlo.

  • El kintsugi no solo puede ayudarnos a dar nueva vida a utensilios y objetos rotos, sino potenciar nuestra propia resiliencia.
  • Las cerámicas restauradas con la técnica del kintsugi se convierten en objetos únicos que adquieren más valor que los originales.

Por Pablo Cerezal


En 1992, Leonard Cohen publicaba The Future, su noveno álbum. Para componer sus temas, el cantautor se inspiró en los últimos coletazos de un mundo entonces turbulento: es el caso de la caída del muro de Berlín, pero también el de las revueltas ciudadanas de 1992 en la ciudad de Los Ángeles. Dentro de ese álbum se encuentra la canción Anthem, que en su estribillo repite el verso: «Hay una grieta, una grieta en todo; así es como la luz logra entrar». Y es que los humanos estamos hechos de grietas: el paso del tiempo y las adversidades nos exponen a las cicatrices, lo que hace de nuestra vida, al menos en parte, una suma de grietas. Lo mismo ocurre con los objetos de los que nos rodeamos.


La reacción más habitual ante la rotura de un plato, una taza o un mueble es deshacerse del mismo y adquirir uno nuevo. No es un acto tan inocente como parece: con él aceleramos el demoledor proceso de degradación medioambiental en que estamos inmersos. Hoy, nuevos productos significan, siempre, un mayor consumo de recursos naturales, pero no siempre fue así, al menos en Japón.


Cuenta la leyenda que en el siglo XV el sogún –una especie de plenipotenciario que gobernaba en nombre del emperador– Ahikaga Yoshimasa rompió de manera accidental su taza cerámica de té favorita. Abrumado por la pérdida, se negó a que esta fuese definitiva, encargando a los artesanos locales su reparación. Estos, presionados por tener que restaurar un objeto propiedad de alguien de tamaña relevancia, dieron con la solución uniendo los pedazos rotos con una mezcla de laca y polvo de oro. La taza, por supuesto, ya no era la misma que antes de romperse, pero el sogún quedó plenamente satisfecho al afirmar que seguía siendo la misma, si bien con las cicatrices del paso del tiempo a la vista. Acababa de nacer el kintsugi.


El concepto es complejo, pero podría traducirse como «arreglo con oro» o «parche dorado». Desde su aparición se ha convertido en una de las más reputadas técnicas para la reparación –mediante la laca y el oro, pero también la plata y el platino– de útiles de cerámica. Tan reputada que, a día de hoy, algunas piezas reparadas así tienen más valor que las originales. Al fin y al cabo, es evidente la imposibilidad de romper dos objetos idénticos de la misma manera, al menos si esta es natural. Esto otorga a los utensilios reparados mediante kintsugi un valor extraño: el de convertirse en piezas únicas.


El kintsugi, no obstante, es una técnica que va mucho más allá de la reparación de objetos cerámicos: creatividad, esteticismo, calma y resiliencia son sólo algunos de los conceptos que encierra la práctica de un arte que cuenta con cientos de años. De hecho, no son pocos los que hacen del kintsugi una verdadera filosofía vital, aceptando las cicatrices que deja la propia vida y la belleza que contienen.
Mientras el consumismo exacerbado esquilma los recursos del planeta, esta filosofía se centra en una apuesta por la sostenibilidad y el futuro. La práctica totalidad de los objetos que poseemos, al fin y al cabo, pueden ser reparados. Está en nuestra mano desprogramar la obsolescencia con la que les quisimos dotar cuando entraron en nuestras vidas. Solo en el kintsugi se refleja la historia que hemos compartido con nuestros objetos.


The Future fue el último álbum que Leonard Cohen grabó de manera analógica: una grieta por la que entró la luz. A partir de entonces, el sonido sería digital, pero a día de hoy el corpus completo de su obra discográfica aún puede degustarse con la plenitud que expresan las cicatrices comunes: esas que aunque lo parezcan no son líneas de oscuridad, sino trazos de luz.

Continúa en nuestro blog Demos vida a un hábitat mejor

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