Es posible los niños en algún momento de su educación les hayan resultado aburridas o poco motivadoras ciertas lecciones. ¿Es posible cambiarlo y conseguir que se involucren más? Sabemos que cuando juegan se motivan y se divierten. Y es sorprendente ver lo rápido que aprenden las reglas del juego y lo mucho que se implican en la tarea de jugar. Y es que el juego es inherente al desarrollo de los niños.
¿Qué pasa entonces si aplicamos las reglas de un juego a las lecciones? Cabe pensar que pueden estar más involucrados, motivados y predispuestos a aprender.
Entonces… ¿por qué no llevar el juego al aprendizaje? En eso consiste la gamificación y también se puede usar para educar en valores medioambientales.
La gamificación es una técnica de enseñanza que extrapola las mecánicas de los juegos al ámbito del aprendizaje. Es una herramienta innovadora contra la pasividad, motiva y consigue que se participe activamente en el aprendizaje.
Enseguida engancha a los niños, bien sea por los puntos ganados, las etapas superadas o la recreación del juego en toda su dimensión (personajes, escenario, meta final), pero con un fin distinto al divertimento. ¿O no?
Gamificando el aprendizaje
La percepción cambia radicalmente, no solo porque incentiva su ánimo de superación, sino también, y sobre todo, porque esa implicación se traduce en un aprendizaje significativo para ellos. Debido a su carácter divertido facilita la interiorización de conceptos y contenidos, generando una experiencia positiva, y es que visto desde ese prisma lúdico, cambia en ellos la perspectiva que puedan tener de un tema que debe tratarse en clase.
El idioma de los niños es el juego
Las maestras de Infantil enseñan a los niños canciones para lavarse las manos, para recoger su clase al finalizar la jornada…eso es juego. Los dibujos animados incorporan adivinanzas y aventuras para enseñar conceptos. Eso es juego. Los psicólogos recomiendan emplear el lenguaje que mejor conocen los niños para transmitir y educar. Eso es juego.
Y en casa: ¿jugamos para aprender?
En casa podemos recurrir a lo mismo, basta con hacer de ello un juego, una aventura. Por ejemplo, podemos usarlo para educar en sostenibilidad, reciclaje y toda una serie de valores medioambientales. Para lavarse los dientes, le podemos proponer una aventura microscópica en el que tiene que luchar contra las bacterias presentes en su boca, pero sin malgastar el limitado recurso que es el agua.
Para limpiar y recoger el cuarto, pensemos que estamos en un partido de baloncesto, tendrá que encestar sus juguetes en el cajón en un tiempo récord. Y para separar los diferentes materiales para reciclar, podemos darle “un punto” por cada cosa que deposite en el cubo correspondiente.
¿Jugar es solo cosa de niños?
En una localidad de la sierra noroeste de Madrid, el Ayuntamiento ha tenido una curiosa iniciativa: decorar los 4 contenedores de residuos con unos adhesivos muy chulos convirtiéndolos en monstruos con la boca abierta por la que se introducen las basuras.
Estos simpáticos contenedores “zampabolsas” ayudan a los niños de esa localidad a concienciarse de la importante tarea que es reciclar bien. Para ellos es divertido darles de comer de forma equilibrada: plásticos, papel, orgánico y vidrio; otro aspecto más del juego que triunfa al llevarlo al ámbito cívico-social.
Los Zampabolsas invaden #Torrelodones: hagamos buen uso de ellos:) @vxtorrelodones @Torrelodones_wb pic.twitter.com/LtMXtOg8or
— Elena Biurrun (@biurrun74) 12 de marzo de 2016
Escrito por el equipo pedagógico de The Modern Kids. La agencia de comunicación escolar del programa Hazlo Verde.