Acabar con el sinhogarismo empieza por la vivienda

05/02/2021

Demos Vida

  • La tasa de retención de usuarios en el programa Housing First de Hogar sí ronda el 85%.
  • Almudena Gómez: «Desde casi la entrada en la vivienda, la persona empieza a hacerse cargo de su espacio y de sí mismo».

 

Por Nacho Hernández

Hace ahora un año, de forma abrupta e inesperada, una pandemia nos obligó a encerrarnos en nuestras casas por un tiempo que parecía que no iba a terminar nunca. Trabajar, estudiar, hacer ejercicio… todo entre las mismas cuatro paredes. Pero ¿qué pasa con aquellos que ni siquiera las tienen? Unas 33.000 personas en España, según los últimos datos oficiales de 2015, tuvieron que enfrentarse al difícil reto de protegerse del coronavirus sin un hogar donde pasar el confinamiento.

Si tenemos en cuenta que en España existen alrededor de 20.000 plazas de acogida, dar techo a todas las personas a las que la pandemia sorprendió en la calle se convirtió en una tarea titánica y urgente que llevó a las administraciones a habilitar desde centros deportivos hasta otros espacios públicos y privados. Un problema de grandes dimensiones que se fue agravando con las consecuencias socioeconómicas: Cáritas estima que tras el impacto de la covid-19, el número real de personas sin hogar ronda las 40.000.

Aunque la solución al problema no es sencilla, desde la ONG Hogar Sí plantean que un primer paso es cambiar la forma de abordarlo. Tanto desde esta organización como desde otras que también trabajan con este tipo de colectivos apuntan a la vivienda como el primer escalón en el que actuar. Dicho de otro modo, si el sistema actual se basa en acoger a las personas sin hogar en centros de emergencia, ellos proponen sencillamente empezar por darles uno. Aunque en un primer momento puede resultar ingenua u obvia, esta idea resume una de las metodologías más exitosas en la lucha contra el sinhogarismo: el Housing First.

Este tipo de programas se dirigen fundamentalmente a personas vulnerables en situación de sinhogarismo o que lleven ya muchos años en la calle, y se les ofrece las llaves de un piso, del que deberán pagar el 30% del alquiler mensual –en la mayor parte de los casos, con unos ingresos procedentes de las rentas de inserción–. «En general, desde casi la entrada en la vivienda, la persona empieza a hacerse cargo de su espacio y de sí mismo», explica Almudena Gómez, del programa Housing First Madrid. Este último punto es especialmente importante ya que, para muchos de los beneficiarios del programa, supone un enorme esfuerzo a nivel psicológico. «Cuando esa persona estaba en calle no tenía nada por lo que luchar, su vida no iba a cambiar. Al final, muchos dejan de platearse objetivos porque toda su energía se limita a sobrevivir y llegar al día siguiente», añade.

La ayuda no se queda simplemente en la vivienda. Los programas de Housing First empiezan a construir un proceso de recuperación e integración basado en las necesidades de cada usuario, que debe formar parte activa de su proceso de mejora. De esta forma, los trabajadores sociales estudian los casos a través de encuentros periódicos con los usuarios del programa y les proporcionan acceso a los recursos que necesiten, así como la asistencia de profesionales para superar adicciones o ayudarles en el proceso de inserción laboral.

Se trata de una iniciativa integral con unas enormes tasas de éxito. Según datos de Hogar Sí, la organización que trajo el primer programa de Housing First a España (Hábitat), la tasa de retención de usuarios en su programa ronda el 85%. En el sistema de atención actual, el porcentaje se reduce al 50%. «La gente pronto recupera las necesidades emocionales, reestablecen el contacto con la familia, vuelven a preocuparse por buscar trabajo, por cuidar su salud, vuelven a tener inquietudes de ocio… recuperan de verdad el modo y la calidad de vida», subraya Gómez.

Pese a que los propios profesionales reconocen que la red de asistencia continúa siendo esencial y que no todos los perfiles están preparados para esta metodología, sí creen que este tipo de programas –que, además, tiene un menor coste por usuario que los tradicionales– podrían ser el camino para erradicar el sinhogarismo. Avalados por las elevadas tasas de éxito, cada vez son más los ayuntamientos e instituciones que apuestan por la vivienda como un derecho para todos.

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